En contra de lo que muchas veces opinamos, el adicto no es el que consume grandes cantidades de una sustancia de forma continua. De hecho, un adicto puede consumir relativamente poco y con poca frecuencia. Es importante comprender que lo que caracteriza al adicto no es cuánto consume sino el hecho de que, aunque preferiría no consumir o consumir menos, vuelve a hacerlo una y otra vez.
Así, un adicto al alcohol no necesita beber constantemente todos los días (aunque algunos de ellos, quienes han desarrollado una dependencia física, sí necesitan hacerlo). Por ejemplo, puede beber 2 o 3 veces por semana. De hecho, puede que la mayoría de los días no tenga un consumo problemático (se toma un par de vinos o 3 cañas con sus amigos). Sin embargo, cada 2 meses se le va de las manos y acaba teniendo problemas con sus amigos, con su pareja, con la familia o en el trabajo (o sencillamente una resaca horrible). A raíz de estos problemas, se promete a sí mismo que eso no puede volver a pasar y se propone beber menos o incluso no volver a beber. Sin embargo, tras retomar un consumo puntual y moderado se repite el problema al cabo de uno o dos meses. Y así repetidamente.
Desde una mirada a corto plazo, esta persona puede pensar que no tiene un problema, puesto que de cada 20 o 30 días que bebe, solamente se le complica uno (un porcentaje relativamente bajo). Sin embargo, cuando ampliamos la mirada observamos que en los últimos 10 años se le ha ido de las manos más de 80 veces, siendo así que cada vez que sucedía se había prometido a sí mismo que eso no podía volver a suceder. Esta imagen nos ayuda a comprender que la sensación de control que tengo a través e una mirada a corto plazo (“bebo más de la cuenta una sola vez cada 2 o 3 meses”) es en realidad ficticia. Si realmente tuviese el control, no se me habría ido de las manos 80 veces en los últimos años. Es muy habitual que en estos casos me proponga dejar de beber para evitar que esto me vuelva a suceder, pero lo más habitual es que retome el consumo al cabo de pocas semanas o meses alegando que en esta ocasión sí voy a controlar (aunque si realmente pudiese controlar, ya lo hubiese hecho antes…).
Sucede algo muy parecido con los hidratos de carbono de absorción rápida (pan, patata, pasta, arroz azúcar, etc.). Con frecuencia pierdo el control y consumo más de lo que quería. Me genera importante malestar, favorece el sobrepeso, me siento culpable… Me prometo a mi mismo que no volverá s suceder y, sin embargo, se repite la misma escena prácticamente a diario. Me veo a mí mismo rebuscando en la despensa y en la nevera. Puede que encuentre un bote de acelgas, pero lo cierto es que casi ni lo veo. Lo que busco son patatas, galletas o cualquier otro alimento que me va a provocar un importante aumento de glucosa en sangre. A nivel conductual, el problema que observamos en muchos casos de sobrepeso y de Trastorno por Atracón se corresponded con una adicción a hidratos de carbono de absorción rápida.
Todas las enfermedades se caracterizan por una pérdida de libertad. Así, comprendemos la adicción como una enfermedad caracterizada por la pérdida de libertad para no consumir. Todas las sustancias adictivas (como el alcohol la cocaína, la heroína, el tabaco, el azúcar, etc.) así como determinadas conductas (los juegos de azar, el sexo, etc.) suelen provocar una serie de cambios a nivel cerebral (fundamentalmente a nivel del núcleo accumbens y el sistema de recompensa) que terminan por controlar mi pensamiento y mi conducta, lo que termina por atraparme en una situación en la que sigo consumiendo a pesar de los problemas que me ocasiona. Con frecuencia pretendo hacer un esfuerzo por controlar el consumo y, de hecho, muchos días lo consigo. Pero es una mera cuestión de tiempo que vuelva a perder el control. Así pues, la sensación de control que puede lograr a corto plazo es totalmente ficticia (una vez más, miremos hacia atrás y observemos cuántas veces hemos perdido el control en los últimos 2 o 3 años). Llegados a este punto, si realmente pudiese controlar, seguramente ya lo hubiese hecho.
Una vez desarrollo una relación fea o problemática con una sustancia, el camino debería de estar bastante claro: romper la relación (como sucede con las relaciones de pareja tóxicas). Sin embargo, sabemos que con frecuencia esto no es en absoluto sencillo. Si te encuentras en una situación de este tipo, tal vez podamos ayudarte.
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