Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés) se incluye dentro de las llamadas Tercera Generación de Terapias de Conducta. Este término hace alusión a un conjunto de terapias que representan un salto cualitativo respecto a las anteriores (terapias de primera y segunda generación), diferenciándose de éstas en que las técnicas que emplean no se orientan a la eliminación o modificación directa de los síntomas, sino a la alteración de su función; es decir, se centran en la relación que el individuo mantiene con sus pensamientos, emociones, etc… y buscan desarrollar habilidades de afrontamiento para modificar aquellos patrones que resultan problemáticos.
En concreto, ACT se basa en la idea de que gran parte del sufrimiento humano se produce cuando, de manera generalizada, la persona actúa bajo la necesidad de controlar y/o evitar la presencia de pensamientos, recuerdos, sensaciones y emociones desagradables. Es decir, cuando no está dispuesta a establecer contacto con sus emociones, pensamientos…. Se genera así un patrón inflexible de conducta formado por numerosas respuestas con la misma función: controlar el malestar así como las circunstancias que los generan.
El problema ocurre cuando la necesidad permanente de eludir el malestar obliga al individuo a actuar de un modo que, paradójicamente, no solo no resulta eficaz sino que con el tiempo deriva en un abandono de las áreas valiosas de la persona y en un empobrecimiento de su vida.
La experiencia habitual es que se produce un relativo alivio inmediato al no entrar en contacto con ese malestar, pero provoca un “efecto boomerang” en el que vuelve a estar presente, y a veces de forma más intensa y extendida, y la persona acaba enredada en una larga, e infructuosa, lucha contra los síntomas. Este patrón inflexible es lo que en la ACT se conoce como evitación experiencial, que puede ser la base de distintos trastornos psicológicos.
En la ACT, una de las tareas más importantes, denominada el compromiso con los valores, implica precisamente identificar nuestros valores personales y comprometernos con las acciones que son importantes para nosotros y que nos acercan a ellos, incluso si esto implica el tener que afrontar y aceptar las reacciones emocionales que puedan surgir en este proceder (miedo, incomodidad, etc…).
El objetivo, por tanto, sería el de generar flexibilidad psicológica, es decir, dejar que surjan los pensamientos, emociones, etc., y tomar la dirección de la aceptación, y no del control de los mismos, en el marco del compromiso del paciente con sus valores personañes. Para ello, se delimitan seis procesos fundamentales a trabajar en terapia: la aceptación, la defusión cognitiva, el yo observador, el compromiso con los valores, la acción comprometida y la atención plena.
Aplicación de ACT en el tratamiento de los trastornos de ansiedad
La ACT ha sido evaluada en numerosos estudios clínicos y ha demostrado ser efectiva en el tratamiento de diversos problemas psicológicos, entre ellos, los trastornos de ansiedad (ansiedad generalizada, fobias, trastorno de pánico, agorafobia…).
Podemos definir la ansiedad como una reacción normal y adaptativa que experimentamos en situaciones en que nos sentimos amenazadas o en peligro, y que nos prepara y nos mantiene alerta para actuar ante ellas. No obstante, se considera una respuesta patológica cuando es de una intensidad excesiva o es persistente, dificulta la adaptación, e interfiere en el funcionamiento diario de la persona. Su manifestación puede ser heterogénea y varía entre: síntomas fisiológicos (respuesta somática: taquicardias, sudoración, mareo, etc.), conductuales (respuestas de evitación, bloqueo, huida), cognitivos (preocupaciones, pensamientos catastrofistas…) y emocionales (miedo, angustia, irritabilidad…).
La formulación que se hace desde ACT de los trastornos de ansiedad se centra en comprender cómo la lucha por controlar, evitar o suprimir los síntomas, es decir, los intentos de solución que la persona ha llevado a cabo, puede acabar perpetuándolos y constituyendo en sí misma el problema principal.
La evitación experiencial en estos casos consistiría en todo aquel repertorio de conductas que el individuo desarrolla orientado a tratar de controlar que la ansiedad aparezca, como por ejemplo: evitar todas aquellas acciones o situaciones que supone que le pueden producir o aumentar su ansiedad; estar alerta y focalizar la atención en las sensaciones corporales indicativas de activación o tensión; preocuparse y anticipar los posibles escenarios “catastrofistas” que puedan ocurrir; abuso de alcohol u otros tóxicos para tratar de “evadirse”, etc…
Con el tiempo, esto lleva a un patrón rígido de conducta que hace que la vida se limite a evitar el sufrimiento y la ansiedad, aunque lo que se consigue a largo plazo es el mantenimiento y el aumento de la misma, con el consecuente estrechamiento de las relaciones y el alejamiento de los valores personales.
La ACT busca romper este bucle en el que la persona queda atrapada, ayudándola a reconectar con sus valores y con el momento presente, identificar estos patrones, y aprender a relacionarse con ellos de una manera más flexible.
Bibliografía:
– Luciano, M. C., y Valdivia, M. S. (2006). La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Fundamentos, características y evidencia. Papales del psicólogo, vol. 27 (2), pp. 79-91.
– Hayes, S.C., Strosahl, K. D., y Wilson, K. G. (2014). Terapia de Aceptación y Compromiso. Proceso y Práctica del Cambio Consciente (Mindfulness). Biblioteca de Psicología. Desclée de Brouwer.
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